Nuestro intestino alberga un gran conjunto de microorganismos que viven en nuestro interior y que conforman nuestra flora intestinal o microbiota.
Nuestro intestino alberga un gran conjunto de microorganismos que viven en nuestro interior y que conforman nuestra flora intestinal o microbiota. El número de bacterias intestinales es 10 veces mayor que el número de células de nuestro cuerpo y se calcula que está compuesto por unos 100 billones de estos microorganismos. Alrededor de 2 kg de nuestro peso corresponde con el peso de estas bacterias.
Las bacterias buenas de la microbiota intestinal desempeñan muchas funciones beneficiosas para nuestro organismo. Por ejemplo, se encargan de metabolizar los nutrientes y los medicamentos y son un apoyo importante para nuestro sistema inmunitario, protegiéndonos de agentes infecciosos. Es decir, colaboran activamente en mantener un buen estado de salud.
Pero no todos estos microorganismos tienen un papel positivo para nosotros. Estudios recientes han demostrado que el desequilibrio entre las bacterias buenas y las bacterias malas son un factor determinante en el desencadenamiento de numerosos problemas de salud.
¿Qué elementos afectan a nuestra flora intestinal?
La genética, la edad, nuestros hábitos alimenticios, el entorno en el que nos movemos y nuestro estilo de vida son factores clave. En muchos de ellos no podemos intervenir, pero sí en otros, como la alimentación. Y, además, de forma muy sencilla.
Alimentarnos correctamente y favorecer a las bacterias buenas de la microbiota hará que nuestro organismo esté en mejores condiciones para protegernos.
¿Y qué tiene que ver esto con las patatas?
Al igual que nosotros tenemos un tipo de alimentos preferidos, las bacterias buenas también tienen sus preferencias. Hay alimentos que son probióticos y otros prebióticos. Los probióticos contienen organismos vivos que se añaden directamente a la población de microbios sanos en el intestino.
Los prebióticos son fibras vegetales que actúan a modo de «fertilizantes» y estimulan el crecimiento de bacterias buenas. Así, la fibra y los hidratos de carbono complejos que el cuerpo humano no puede digerir, son su alimento preferido.
La patata contiene un tipo de fibra, el almidón resistente, que hay que diferenciarlo del almidón.
El almidón es un hidrato de carbono con función de reserva, es decir, nos aporta energía. Por su parte, el almidón resistente pierde su función energética y es resistente a la digestión, pero tiene la importantísima función de alimentar a las bacterias de nuestro intestino. Cuando llega a ellas comienzan a fermentarlo para nutrirse, y esto se traduce en la generación de ácidos grasos de cadena corta que alimentan a su vez a las células de nuestro intestino. El almidón resistente retrasa la absorción de glucosa y favorece la absorción de algunos minerales en nuestro intestino.
Este almidón resistente se encuentra de manera natural en la patata y el boniato. Para beneficiarnos de sus saludables efectos, solo hay que cocinar la patata y dejar que enfríe durante unas horas en el frigorífico. Después, consumirla a nuestro antojo formando parte de platos fríos, como las ensaladas, es una buena forma de favorecer nuestra salud.
¿Estás dispuest@ a cuidar tu alimentación?